El 10 de junio de 1990, París fue testigo de una de las gestas más recordadas del deporte ecuatoriano. En la cancha Philippe-Chatrier de Roland Garros, Andrés Gómez, el zurdo guayaquileño, conquistó el sueño de todo tenista: levantar el trofeo de uno de los cuatro grandes.
Gómez, de 30 años, se impuso en cuatro sets (6-3, 2-6, 6-4, 6-4) ante un joven Andre Agassi, de apenas 20 años. El estadounidense era, por entonces, una de las promesas más deslumbrantes del circuito. El ecuatoriano, con su revés zurdo y su serenidad, tejió punto a punto su consagración. Además, supo mantener la calma para superar la presión y el ambiente único de Roland Garros, y así quedarse con la corona.
El camino hacia la gloria no fue sencillo. En las primeras rondas, Gómez derrotó al español Fernando Luna, al uruguayo Marcelo Filippini y al ruso Alexander Volkov. Solo perdió un set en esos tres encuentros. Sin embargo, en octavos de final, un golpe de suerte le dio un descanso inesperado, pues el sueco Magnus Gustafsson no se presentó por lesión. Eso le permitió llegar a cuartos de final con cinco días de respiro y vencer, con autoridad, en tres sets al francés Thierry Champion.
En semifinales, el rival era Thomas Muster, uno de los mejores sobre arcilla y quien lo había vencido semanas atrás en Roma. Esta vez, Gómez no dejó dudas y despachó al austríaco en tres sets. Por ello, llegó a la final ante Agassi, listo para hacer historia.
El 10 de junio quedó grabado para siempre en la memoria de los ecuatorianos. Con aquel triunfo, Gómez no solo consiguió el mayor logro de su carrera, sino que también puso al tenis ecuatoriano en lo más alto del deporte mundial.
En definitiva, treinta y cinco años después, Roland Garros sigue siendo un lugar de culto para los amantes del tenis. Y para Ecuador, un recordatorio de que un zurdo de oro cumplió su sueño y nos hizo soñar a todos los ecuatorianos.